El poder de las Comunicaciones es extenso, en el debido contexto y con la correcta aplicación, transforma realidades y marcos de pensamiento. Pero…¿saben las empresas qué esperar de una gestión de Comunicaciones? La subjetividad que existe con el concepto y las expectativas sobre el uso de las mismas nos ubica dentro de una de las áreas de mayor carácter interpretativo y proclive a ser tergiversada; porque la comunicación humana es compleja, altamente subjetiva y plena de emociones. 

Esta es la gran paradoja de las Comunicaciones: un área de conocimiento que en las últimas décadas ha ido experimentando profundos cambios, que cada vez exige mayor preparación, pero que dada su amplitud -porque en ella convergen múltiples recursos y ámbitos de aplicación- no ha logrado ser comprendida en términos simples por la generalidad de la gente.

Este intercambio de información entre seres vivos adquiere diferentes matices y especialidades según su propósito. Los gobiernos, organizaciones, marcas y figuras públicas han amplificado sus voces a través de los medios de masas a lo largo de un siglo.  Con la entrada del público como nuevo interlocutor desde la Web 2.0, se han democratizado las conversaciones y se han desdibujado a cierto nivel del pensamiento las fronteras de tiempo, espacio y clases sociales; esto ha requerido una mayor efectividad de la comunicación con el fin de captar la atención de las audiencias y persuadirlas dentro de un contexto más competitivo y de mucha saturación informativa.

Un universo gravita entre telones:  periodistas, líderes, famosos, asesores, estilistas, espectadores, seguidores, “influencers”, grupos de poder, intereses, consumidores… En el terreno de la esfera pública se libra la batalla por la aprobación, por el poder y los réditos que otorga persuadir a la mayoría. No pocas veces el asunto toma matices escandalosos y lo retorcido termina ganándole la carrera al mérito en cuanto a proyección, aunque no necesariamente en cuanto a prestigio o credibilidad.

Sea por ignorancia o por falta de ética, una considerable parte de los contenidos que se generan comprometen la salud mental de cualquiera. El esquema viene establecido desde siempre, los noticieros que atizan la idea de que el mundo es un fortuito infierno, la farándula, que cada vez saca a flote mayores extravagancias, en tanto que la publicidad nos ofrece paraísos que siempre tienen precio. 

Hablemos del paraíso…

Dejando a un lado el complejo mundo informativo de héroes y villanos que se recrean en virtud de agendas políticas y hegemónicas… precisemos sobre los fines más inocuos de organizaciones y marcas, que dentro de su dinámica comercial, lo único que desean es que las ames y le seas fiel a la hora de comprar.  Precisamente, a éstas les sirven las comunicaciones -tanto la comercial como la corporativa- para concitar afecto, lealtad, respeto, admiración, armonía, recordación, identificación. De que usted desembolse el dinero y haga la compra, se hace cargo el Marketing.

A la hora de contratar los servicios de asesoría en materia de comunicación, se debe tener claro qué puede lograrse a través de ella: aumentar el valor capital de la marca, forjar una reputación favorable o  restaurarla (tras una correcta gestión de crisis); lograr notoriedad, visibilidad e influencia ante la opinión pública, conquistar el compromiso y lealtad de sus clientes (“engagement”), fijar un posicionamiento deseado en el imaginario colectivo, e impulsar -transversalmente- los objetivos estratégicos y de marketing de la organización.

Apelamos a las comunicaciones cuando se quiere dar a conocer una propuesta o información, cambiar actitudes en las audiencias, rejuvenecer o “reposicionar” la marca, comunicar ventajas competitivas, diferenciar de los competidores, provocar la prueba del producto, fidelizar al cliente, generar confianza, apoyar a la fuerza de ventas con insumos que faciliten su gestión y promocionar productos y servicios.

Al departamento de “marketing” le quedarán aspectos más tangibles del negocio, tales como: el incremento de las ventas, el logro de determinadas cuotas de mercado, el aumento de la rentabilidad, y la consolidación del producto o servicio desde la mezcla de marketing (4, 8 ó 12 P’s) y sus consiguientes estrategias.

 

 

 

 

 

 

 

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